Tron

 

Tipo: Película


Era 1981. El cyberpunk estaba a punto de nacer. Y en algo más de una década, el cine se llenaría de efectos especiales generados digitalmente. Y mientras tanto, un pequeño estudio de animación llegó a los estudios Disney con la idea de hacer un largometraje sobre un guerrero digital que exigiría FX creados por ordenador.

A veces las circunstancias se confabulan para llevar a cabo lo imposible. Los directivos de Disney, preocupados por perder la primacía tecnológica en el campo de la animación, inquietos por las acusaciones de conservadurismo creativo lanzadas por otros estudios o, peor aún, por el público, vieron en aquel proyecto la oportunidad que estaban buscando.

Así nació Tron, una película que se adelantó a su tiempo en muchos aspectos y que, quizá precisamente por eso, no fue el éxito comercial que sus productores esperaban. Sin embargo, su influencia no ha dejado de sentirse en todo este tiempo y el cine de ciencia-ficción tiene una deuda enorme, aún no reconocida públicamente, con esta película. De hecho, podríamos considerar que uno de los grandes éxitos de finales del cambio de siglo, el Matrix de las hermanas Wachowsky, no es otra cosa que un remake de Tron, después de haber sido tamizado por la estética de los animes y el pesimismo gótico del cyberpunk.

Vista hoy, la película se nos hace ingenua, y su trama demasiado lineal. Pero pese a todo, uno no puede por menos que maravillarse de lo mucho que consiguieron aquellos cineastas con una técnica digital aún en pañales, mucha retroiluminación y, sobre todo, enormes dosis de imaginación aplicadas al diseño de ambientes y criaturas. Como todo producto Disney que se precie, Tron es una película “familiar”, lo que por una parte permite que sea vista por todo el mundo, pero por la otra impide que sea disfrutada plenamente por nadie: no es lo bastante infantil para atraer de verdad al público menudo, ni lo suficientemente sofisticada para resultar satisfactoria para los adultos. Así, su guión queda en tierra de nadie, a mitad de camino a ninguna parte, y uno no puede por menos que lamentarse de las oportunidades desperdiciadas para hacer algo realmente grande.

Pero esa es muchas veces la marca de las obras pioneras: abren (y muestran a otros) el camino, pero son esos otros los que lo recorrerán hasta sus últimas consecuencias.

Pese a eso, resulta sorprendente ver cómo la película ha sabido envejecer con dignidad, quizá precisamente porque sus realizadores jugaron la baza de usar los efectos digitales lo mínimo imprescindible. Desde nuestra perspectiva actual, no deja de ser curioso que haya tan pocos efectos generados por ordenador en la película, y ciertamente es chocante comprobar cómo casi todo su look electrónico y virtual está realizado de forma totalmente artesanal, con decorados minimalistas retroiluminados, muchas horas de trabajo paciente y tedioso y, sobre todo, un cuidado casi exquisito en el diseño.

Añado una nota algo freakie, recordando que uno de los protagonistas del filme es Bruce Boxleitner, al que los aficionados al género recordarán como el comandante Sheridan de Babylon 5, y comento que esos mismos aficionados podrán ver en un pequeñísimo papel a Peter Jurassik, posteriormente embajador de la república Centauri en la misma serie de televisión.