Los 38 asesinatos y medio del castillo de Hull

 

Editor: Rey Lear

En la colección: Sherlock Holmes

Tipo: Novela corta

Género: Sátira


Hace ya unos cuantos años, durante mi visita a la Feria del Libro de Madrid aproveché para pillarme varios libros sobre Sherlock Holmes. Dos de ellos eran Novísimas aventuras de Sherlock Holmes y Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull, ambos de Enrique Jardiel Poncela.

En ambos casos se trata de narraciones muy breves y, de hecho, el segundo libro es una ampliación y reelaboración de uno de los relatos contenido en el primero (con algunos momentos tomados de otra de las historias).

Mi conocimiento de la obra de Jardiel Poncela no es muy completo, lo reconozco. Leí hace ya unos cuantos años La tourné de Dios y, seguramente, en su momento hice lo propio con alguna de sus obras de teatro. Recuerdo sobre todo lo iconoclasta de alguna de sus ideas y la mala leche que destilaba en su novela, pero confieso que tengo bastante olvidada la peripecia de la misma, más allá del hecho de que Dios decidía bajar a la Tierra y comprobar por sí mismo cómo estaban las cosas.

Tiene un tipo de humor con el que conecto con facilidad, seguramente por lo absurdo. Y, de hecho, al leer estas dos obritas la sensación que tuve es que estaba ante una película de los hermanos Marx (ante varios cortomotrajes, podríamos decir) protagonizada por Sherlock Holmes.

Como digo, su humor es absurdo, con cierta mala idea de vez en cuando, siempre elegante y, en ocasiones, bastante poético. No es un autor al que hoy en día se tenga en mucho aprecio. Seguramente porque al ser un humorista de derechas (y amigo de Alfonso Paso, por si eso no fuera poco) no quedará muy fino entre el stablishment intelectual hablar bien de él. Allá ellos con sus prejuicios.

Estas dos obritas son, en cualquier caso, una gozada. Dos libritos delirantes que se leen en un suspiro (lástima, ojalá durarán más) y que me tuvieron con la sonrisa medio esbozada en el rostro todo el rato y me hicieron soltar alguna que otra carcajada. Me dio pena acabarlos y confirman lo que siempre he pensado: “lo bueno, si breve, es una putada, se pongan como se pongan”.

Las ilustraciones interiores, del propio Enrique Jardiel Poncela, son un extra más de esta pequeña gozada, por cierto.