La carretera

 

Editor: Mondadori

Tipo: Novela


Confieso que sentí una cierta decepción cuando llegué al final de este libro.

Estamos ante una novela que invita (casi diríamos, que obliga) a la desesperación. El panorama desolador y sin salida que va presentando ante nuestros ojos no deja muchas opcionas. Una página tras otra vamos siguiendo a los personajes por ese mundo agonizante y enfermizo y, cuanto más nos adentramos en él, la esperanza se va convirtiendo en algo fútil, vacío. Una ilusión para seguir adelante pero que en el fondo sabemos que es falsa.

Y, de pronto, llegamos a las dos últimas páginas.

Y aparece de repente un resquicio. Una posibilidad. Quizá, pese a todo, haya esperanza.

Confieso que esas dos últimas páginas me han molestado. Me han sacado del libro. De pronto, he tenido la sensación de que estaba frente a un artificio y que el autor se acababa de sacar un conejo de la chistera. Hasta ese momento me había sumergido en el paisaje de desolación que la novela había ido dibujando ante mí. Lo había hecho sin hacer preguntas, dejándome arrastrar, entrando en ese mundo moribundo y atroz como si fuera algo real.

Y las últimas páginas me sacan de él. Me devuelven a la realidad, me dicen que lo que acabo de leer -de vivir, en cierto modo- es falso, un truco, una mentira. Que estoy a salvo.

Y sí, me ha molestado.

Porque me ha sabido a cobardía. Como si el autor (y me sorprende de McCarthy) no hubiera tenido la valentía de seguir hasta el final, no hubiera podido continuar hasta la conclusión inevitable, sin esperanza ni salida, y hubiera necesitado darse un respiro a nosotros y a sí mismo.

Un respiro que, en el contexto de la novela, huele a falso. Apesta a postizo.

¿Recomiendo pese a todo la novela? Sin la menor duda. Es dura, desgarradora, implacable. Y es, desde luego, una gran novela.

Sin embargo, para mí acaba un par de páginas antes del lugar en el que el autor ha decidido poner el final. Acaba con muerte, con desesperación y con la sensación de que no hay salida y estamos condenados. Que la esperanza no existe, sólo la muerte.

Lo prefiero así, la verdad.