Norman Jewison
Jesucristo Superstar
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Director: Norman Jewison

Estudio: Universal

Tipo: Película

Género: Musical


Después de todos estos años (debió ser allá por 1980 cuando la oí por primera vez) sigue sorprendiéndome lo buena que es.

Hablo de la obra original, por supuesto. Musicalmente me parece un ejemplo perfecto de mestizaje de géneros, donde los elementos de pop, rock y ópera conviven de una manera sorprendentemente armoniosa y sin estridencias, con el resultado de que cada uno de ellos resalta y amplía las virtudes de los demás.

Dramáticamente, la obra me funciona aún mejor: el libreto me parece modélico, con una estructura dramática casi perfecta y un fascinante estudio de personajes a través de lo que se dice y lo que se deja de decir.

Y la combinación de ambas ya me parece, directamente, una obra maestra. Que, además, desde mi punto de vista, no ha sido superada jamás en ninguna de las composiciones posteriores de Webber. No sólo por la pérdida de Tim Rice como libretista, que termina convirtiendo a Webber en la estrella absoluta de modo que la letra deja de ser  la otra mitad, necesaria e imprescindible, de la obra final y se queda en un mero apoyo dramático de sus composiciones, sino porque su estilo se ha ido volviendo con el tiempo hacia un clasicismo cada vez más grandilocuente. (Agradable de escuchar, sin duda, pero sin la garra de sus primeros tiempos).

Y después de todos estos años (debió de ser allá por 1983 cuando la vi por primera vez) sigue sorprendiéndome lo buena que es.

Hablo de la adaptación fílmica, dirigida por Norman Jewison a principios de los setenta. Creo que es una película injustamente subvalorada (quizá porque su aire visual hippie-setentero nos echa para atrás) pero que tiene todas las virtudes de lo que debe ser, no sólo una buena película, sino una buena adaptación cinematográfica. Jewison logró algo mucho más difícil de lo que parece: respetar al máximo el texto original (en este caso, la combinación de texto más música) y, al mismo tiempo, trasvasarlo con fortuna a un medio distinto, con unas reglas narrativas distintas.

Jewison tiene éxito en su empeño y sus imágenes son un complemento, y en ocasiones un contrapunto, casi perfecto a la obra original. He visto la grabación de algunas representaciones en el escenario de Jesucristo Superstar, y me temo que ninguna alcanza la intensidad emocional y el sutil juego de interacción de personajes de la película.

Y en lo puramente musical, confieso que es la versión que más me convence. No sólo porque la producción de los distintos temas que se hace para la película me parece superior a la original, sino por la calidad de los intérpretes.

Esto quizá pueda sonar a herejía, por cuanto en la grabación original de la obra era nada menos que Ian Gillan (el mítico cantante de Deep Purple) quien le prestaba su voz a Jesucristo. Ted Neeley, sin embargo, no tiene nada que envidiarle y, de hecho, en su momento cumbre en el huerto de Getsemany supera, para mi gusto, la interpretación de Gillan. Por no mencionar el espléndido Judas que nos regala Carl Anderson. En cuanto a Ivonne Elliman, ya presente en la grabación original, repite aquí su contradictoria María Magdalena.

Como dije antes, quizá sea su estética (unido a que, al fin y al cabo, es un musical, lo que la convierte ipso facto en un producto menor en las mentes de la crítica, algo parecido a lo que pasó en su momento con la espléndida Moulin Rouge de Baz Luhrmann, que tengo que revisitar un día de estos) lo que ha condenado a esta película ser minusvalorada y no apreciada como merece. Pero curiosamente, ese aspecto hippiondo es, para mí, uno de los grandes aciertos del film y, con el tiempo, le ha ido dando a la película un adecuado aire retro, casi añejo.

Ver de nuevo Jesucristo Superstar (y mira que han tardado en editarla en DVD; en una edición que no es precisamente una maravilla, ya que estamos)  ha tenido, además, otra consecuencia.

Viéndola estos días y mientras contemplaba cómo se iba preparando la puesta en escena (el autobús que llega al desierto, la gente descargando el atrezzo y preparando el escenario, los actores vistiendo sus personajes) y viendo después esa especie de eclectismo minimalista con el que se ha vestido la historia (aprovechando los escenarios naturales como se puede, vistiendo a los actores con lo que uno podría encontrar en el desván de su casa -el aspecto de los soldados sería un buen ejemplo-) no he podido evitar pensar que, en realidad, lo que nos cuenta la película es un rol en vivo de unos tipos que han decidido irse a Israel a jugar a Jesucristo Superstar. 

Y les ha salido una campaña cojonuda, además.